Feliz Navidad y Provechoso año Nuevo 2016
lunes, 21 de diciembre de 2015
sábado, 19 de diciembre de 2015
ORDENACIÓN PRESBITERAL DE LOS DIACONOS ANDRY SANCHEZ Y JORGE PEREZ - HOMILIA
ORDENACIÓN PRESBITERAL
DE LOS
DIACONOS ANDRY SANCHEZ Y JORGE PEREZ
HOMILIA
Muy queridos hermanos y hermanas
EL
SACERDOCIO UN DON DE DIOS
El pasado domingo tuvimos la gracia
de iniciar en nuestra Iglesia local el Año Jubilar extraordinario de la
Misericordia, con la apertura de la Puerta Santa. Y apenas traspasado el
umbral, hoy recogemos uno de sus primeros frutos: el don de dos nuevos
presbíteros para nuestra Iglesia arquidiocesana. ¡Bendito y Alabado sea el
Señor!
Los diáconos Andry y Jorge han
hecho un largo recorrido formativo para llegar a este importante momento de sus
vidas. Pero no vayamos a pensar ninguno de nosotros que su ordenación es un
premio a sus méritos o un galardón por su perseverancia. No. Su ordenación
sacerdotal es ante todo y por encima de todo un don de Dios. En el texto de la
segunda lectura escuchamos al autor de la Carta a los Hebreos afirmar: “Nadie asume por sí mismo este honor sino es
llamado por Dios” (He 5,4). El sacramento del Orden, por el que se confiere
el sacerdocio ministerial, como todos los sacramentos, es un don amoroso y
gratuito del Señor. Los dones se agradecen. ¡Gracias, Señor!
Así como sucedió con los primeros
discípulos, Jesús llama a quién él quiere (Cf Mc 3,13). Hoy llama a estos dos
hermanos nuestros. Si aceptan este llamado, los elegidos, como la Virgen María,
de manera libre y responsable, han de responder con una total disponibilidad: “Hágase. Fiat” (Lc 1,38). El diálogo
permanente con Dios, a través de la oración, la recitación del breviario, la
lectura de los dos Libros: el de la realidad y la Biblia, la dirección espiritual y otras mediaciones eclesiales,
les permitirá mantenerse en sintonía con su santa voluntad y llevarla a cabo. Todo
ha de reflejarse en una entrega incondicional, alegre, fiel y desinteresada al
pueblo que Dios que les toque servir y amar hasta la muerte.,
Como todos los seres humanos,
ustedes han sido hechos a imagen y semejanza de Dios (Cf Gen 1,26) para la
comunión en el amor mutuo y trinitario, primero en la tierra y en el cielo. En
el bautismo han sido llamados, como todos sus hermanos, a ejercer el sacerdocio
real para contribuir a la dilatación del Reino de Dios en este mundo. Hoy en cambio van a recibir un sacerdocio
totalmente distinto: el sacerdocio ministerial, nacido del corazón amoroso y
misericordioso del Señor Jesús, en la noche del Cenáculo.
Esa noche, en que iba a ser
entregado, el Señor Jesús, deseoso de quedarse para siempre con nosotros,
instituyó primero el sacramento de la
Eucaristía. Seguidamente instituyó los ministros encargados de realizar ese gran
misterio de fe, de amor y de salvación.
Sus palabras fueron: “Esto es mi cuerpo
que entrego por ustedes. ¡Hagan esto en memoria mía! Después de cenar hizo lo
mismo con la copa diciendo: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre. Cada vez que la beban, ¡háganlo en memoria mía!” (1 Co 11, 23-25).
Todos los sacerdotes nacimos esa
noche y fuimos llamados, en la Iglesia y en la historia de este mundo, a hacer
presente a Jesús por medio de la Eucaristía “hasta que él vuelva”. Pero como la eucaristía es la síntesis de la
vida de Jesús, la realización sacramental de la redención y el culmen de la
historia de la salvación, la vida entera del sacerdote ha de volverse
eucarística. Se vuelven hombres eucarísticos. Así los reconocen comúnmente los
feligreses: somos los hombres de Dios, los hombres de la misa. Su vocación
entonces es ser desde la eucaristía diariamente celebrada, presencia y memoria
viva y encarnada de Jesús, desde su encarnación hasta su resurrección. “Quien me ve a mi ve a mi Padre” (Jn
14,9), le dijo el Señor al apóstol Felipe. Igualmente, mis queridos hijos, no olviden nunca que como sacerdotes de
Cristo, eso mismo han de decir de
ustedes: quien los vea a ustedes ha de ver siempre a Cristo Jesús.
Queridos hermanos y hermanas los
invito a estar atentos para a vivir esta mañana, cada uno de los pasos de este
bello rito sacramental, principalmente los de la imposición de las manos y la
plegaria consecratoria, por medio de los cuales estos dos diáconos quedarán definitivamente
configurados con el Señor. La ordenación los incorpora también a un presbiterio
donde han de dar testimonio de comunión
fraterna. A partir de hoy, como pastores y próvidos colaboradores del obispo,
en esta Iglesia local, han de continuar con mayor celo y entusiasmo al servicio
de la porción del rebaño que su Pastor les confíe, con especial dedicación a
los más pobres.
No trabajarán solos o aislados,
sino estrechamente unidos a su Obispo y al gran cuerpo de agentes pastorales
conformados por los diáconos permanentes, los laicos y los consagrados. Nuestra
Iglesia Arquidiocesana cuenta, gracias a Dios, con un proyecto de renovación
pastoral, que nos va permitir contribuir con el Espíritu Santo, convocar a
todos los bautizados a vivir intensamente la pertenencia al Pueblo de Dios y a
construir, desde la diversidad de sus dones, talentos y carismas, una sola
Iglesia, bien ensamblada y articulada, que sea casa, escuela y taller de
comunión y solidaridad para la misión.
Todo esto será posible, mis
queridos hijos, si se proponen desde hoy mismo desplegar, con la ayuda de la
gracia divina, de su obispo, de sus hermanos sacerdotes, diáconos y de sus
hermanos laicos y consagrados, todas las potencialidades presentes en el
sacramento que reciben. Dejen a Dios actuar con libertad en ustedes para que el
pueda sacar la figura de Cristo que quiere reproducir en cada uno.
Para ello es menester que se
acerquen, como los invita el texto de la carta a los Hebreos, con plena
confianza a Cristo Jesús, el verdadero trono de la gracia, para obtener su
misericordia y hacerse misericordiosos como él. Claven su mirada en Cristo
Jesús, el iniciador y consumador de su fe (Cf He 12,2), y la razón de ser de su
vida y ministerio, para descubrir la bienaventuranza de la misericordia.
Búsquenlo, síganlo y quédense con él, como lo hicieron Juan y Andrés (Cf Jn
1,35-39). Solo así se podrán impregnar
de los sentimientos, de la mentalidad y de los rasgos sobresalientes de su eterno y supremo sacerdocio. Lleguen a ser
ustedes también sacerdotes según el orden de Melquisedec.
Jesús es un Sumo Sacerdote digno de
fe y lleno de compasión y misericordia. Es digno de fe porque desarrolla su
vida en perfecta fidelidad al Padre, siempre dispuesto a cumplir todos sus
designios (Cf Jn 15,9). Jesús es también un sacerdote impregnado en todo de la misericordia divina, puesto que
su amor solidario y compasivo con la humanidad llegó hasta el extremo de
hacerse uno de nosotros y vivir radicalmente todas las condiciones del ser
humano excepto en el pecado. En él se da perfectamente la parábola que él mismo
contó: la del pastor que deja sus ovejas del cielo y baja a la tierra a buscar
la oveja adámica que se le ha extraviado y se interna por los montes, valles y
barrancos de la humanidad pecadora hasta dar con ella (Cf Lc 15,3-4).
Buscando esa oveja rebelde, supo,
en carne propia, lo qué significa el pecado del mundo y todos los horrores y
dolores que causa el imperio del mal en la carne, en el corazón, la mente y la
cultura humana. Experimentó en su propio cuerpo llagado, taladrado, torturado,
crucificado, abandonado hasta donde llega
el poder del mal, el sufrimiento de los inocentes, el aniquilamiento de
los más vulnerables, la muerte injusta y cruel de los más débiles. No hay
pecado que no haya llagado el cuerpo de Jesús. En sus cinco llagas están todos.
El profeta Ezequiel, tuvo la visión
del nuevo Templo, de donde brotan las aguas sanadoras de Dios (Cf Ez 47, 1-12).
Es una profecía de lo que ocurrió en el Calvario. Todas las horrendas
atrocidades de la condición humana, sometida al yugo del pecado, quedaron
bañadas por el torrente misericordioso que brotó del costado abierto de Jesús
(Cf Jn 19,33-34). Sangre y agua se volvieron una fuente infinita de amor, de ternura, de
compasión y de perdón que se derrama sobre la humanidad y la creación entera a
través de los sacramentos.
En el horror de la cruz y en el
crucificado desfigurado, quedó patente, “que
donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Cf Rm 5,20). La misericordia
de Dios siempre será mayor que cualquier pecado que cometan los hombres. No hay
mal que pueda desfigurar definitivamente la belleza del amor y de la
misericordia divina encarnada en la persona del Hijo de Dios hecho hombre ni
tampoco la imagen de Dios impresa en el ser humano. Eso es lo que quiere dar a
entender Jesús en la parábola de la
mujer que ha perdido una moneda y barre y barre toda la casa hasta encontrarla
(Lc 15,8-10). Esa moneda lleva impresa, dicen los Padres de la Iglesia, la
imagen borrosa de Dios y Jesús le devuelve todo su esplendor.
Ustedes mis queridos hijos, en este
año jubilar extraordinario de la misericordia, han de ser testigos
excepcionales de esa misericordia que Cristo nos ha mostrado. Traigan a esta
fuente a todos sus hermanos para que se bañen en ella y queden purificados. Sean
sacerdotes misericordiosos como Jesús. Salgan a buscar la oveja extraviada y
tráiganla sobre sus hombres para pasar por la puerta del redil y devolverla al
rebaño, restauren en sus hermanos la belleza de su semejanza divina, a través
del bautismo y de la confesión. No den por perdido ningún hijo pródigo. Desde que
el Hijo de Dios vino a este mundo y se encarnó en el seno de un ser humano,
María de Nazaret, y dio su vida por todos, no hay ningún ser humano que no pueda
volver a él.
Den de comer al hambriento, en su
hambre física, y con la eucaristía, pan de vida eterna. Den de beber al
sediento, sumergiéndolos en las aguas bautismales, ofreciéndole un vaso de agua
a quien se lo pida, saciando la sed de conocer y vivir de la Palabra de Dios. Ofrezcan
posada al necesitado, formando comunidades parroquiales y sectoriales de
puertas abiertas, hospitalarias y
acogedoras de todos los que como José y María en Belén buscan posada y no
encuentran. Vistan al desnudo, a través de la confesión y de la caridad
compartiendo su manto como la Verónica y San Martín. Visiten a los enfermos para llevarles
consuelo, paz, la unción sacramental y el viático para emprender el viaje a la
casa del Padre. Socorran a los presos, detenidos, procesados, sentenciados,
personalmente y formando voluntarios que participen en la pastoral
penitenciaria. Estén cerca de sus hermanos gravemente enfermos, ayúdenlos a
bien morir, ayuden a la familia a despedirse de sus seres queridos. Transformen
la pastoral de exequias en una pastoral de la compasión, la cercanía y la
resurrección en Cristo Señor.
Enseñen al que no sabe a través de
la evangelización, el Kerygma, la Catequesis, la formación bíblica, haciéndose
presente en escuelas, liceos y universidades. Den buen consejo al que lo
necesita en la dirección espiritual, la consejería familiar, el encuentro con
los novios con motivo de la confección del expediente. Corrijan a los hermanos
sacerdotes, diáconos y laicos que están descaminados y déjense corregir, agradecidos,
por su hermanos, con humildad. Pidan perdón y ejerzan con gozo el gran
ministerio del perdón a través de la Confesión sacramental. Consuelen a los
afligidos, animen a los decaídos, levanten a los encorvados, alegren a los
tristes, lloren con los que lloran, rían con los que ríen. Háganse todo con
todos para ganarlos a todos a Cristo Jesús.
Sean pacientes, tolerantes y aguanten los defectos ajenos como
desean que los demás aguanten sus
deficiencias y debilidades. Oren constantemente por los vivos y por los
difuntos.
Sean, mis queridos hijos Andry y
Jorge, el rostro vivo de la Misericordia divina. Que todo su ministerio, por la
intercesión de nuestra Madre la Virgen de Coromoto, que Mons. Olegario
Villalobos, sacerdote ejemplar, nos enseño a venerar y en cuyo honor construyó
este templo, quede profundamente marcado por la experiencia viva de haber sido
alcanzados por la misericordia divina y haber recibido el encargo de
comunicarla a sus hermanos. Amén.
Maracaibo 19 de diciembre de 2015
+Ubaldo
R Santana Sequera FMI
Arzobispo
de Maracaibo
viernes, 18 de diciembre de 2015
Oh Adonai...
Admiramos esa espléndida manifestación de Dios como fuego y como amor, como pastor y como ley, como fuerza liberadora. Ese Señor-Pastor, que ama a su pueblo, a su rebaño, y que no permitirá que nadie lo someta o lo disperse, que nadie le arrebate una oveja de su mano. Por eso, se manifestará con brazo poderoso para liberar y dirigir a su pueblo.
Se manifiesta a Moisés como llama que enciende y no consume, que purifica y no mata, que ilumina y no ciega, que conduce y no esclaviza. Esa llama se comunicará al profeta para que pueda romper las ataduras que atan a su pueblo y para que pueda conducirlo sabiamente.
Se manifiesta a Moisés como Pastor y Legislador, como norma y camino, como meta y horizonte de vida. Una ley que se inscribe en piedra, pero que terminará escribiéndose en el corazón. Una ley que se irá concretando y reduciendo en palabras tan sencillas y tan vivas como el amor.
Homilía en la Misa de Acción de Gracias por los 50 años de vida sacerdotal de los R.P. José Ruddy y Vicente Screene, MSC. Parroquia Ntra. Sra. de La Paz
Homilía en la Misa de Acción de Gracias
por los 50 años de vida sacerdotal de los
R.P. José Ruddy y Vicente Screene, MSC.
Parroquia Ntra. Sra. de La Paz
Pbro. Eduardo Ortigoza
Maracaibo, 18 de diciembre de 2015
Queridos Mons. Ubaldo
Santana, y Mons. Ángel Caraballo, Arzobispo y Obispo Auxiliar de la
Arquidiócesis de Maracaibo.
Muy estimados Padres
José Ruddy y Vicente Screene.
Reverendos Padres
Misioneros del Sagrado Corazón.
Hermanos sacerdotes de
este presbiterio de Maracaibo.
Reverendas Hijas del
Sagrado Corazón y Siervas de la Madre de Dios.
Queridos Seminaristas.
Apreciados hermanos y
hermanas.
Agradezco al R.P. Yonny Mendoza, MSC,
organizador de estos festejos jubilares, la invitación a dirigir esta
reflexión.
Con cierto temor pronuncio estas palabras de
Acción de Gracias uniéndome al regocijo de estos dos hermanos nuestros,
Misioneros por esencia, consagrados al Sagrado Corazón de Jesús en la
Congregación de Misioneros del mismo nombre. Hace 50 años ellos fueron
ordenados sacerdotes.
Permítanme ser portador de la gratitud de
estos hermanos hacia todos los que han querido unirse a ellos en torno al altar
para celebrar la eucaristía.
En primer lugar, en nombre de esta Iglesia
Arquidiocesana de Maracaibo, doy gracias por 48 años de presencia misionera
entre nosotros. A ellos, Misioneros del Sagrado Corazón o Padres irlandeses,
debemos agradecer la obra evangelizadora realizada en la zona noroeste de la
ciudad de Maracaibo.
Gracias, apreciados Padres por haber aceptado
la invitación de Mons. Domingo Roa Pérez quien, movido por su permanente
angustia ante el reducido “clero para atender un pueblo piadoso que pide
constantemente una intensa atención religiosa”[1], en una de sus visitas a Roma tuvo
oportunidad de conocer al Padre General de los Misioneros y lo invitó a unirse
a su trabajo pastoral en la recién creada Arquidiócesis.
Gracias al incansable trabajo de estos
dos pioneros, que como grandes testigos de Cristo, y de sus hermanos de
Congregación que con sus vidas y con sus ministerios han hecho presente el
deseo de su fundador el Padre Chevalier, cuando decía: «Queremos ser como
Jesús, que ama con un corazón humano; queremos amar por Él y con Él y proclamar
su amor al mundo» (Const. MSC. 10).
Con toda propiedad podemos afirmar que el trabajo
de estos nobles hermanos ha llenado gran parte de la ciudad de Maracaibo, tal
vez la más necesitada, con ellos nuestra ciudad se ha sentido intensamente
amada por Jesucristo.
Gracias, Padre Vicente y Padre José, por haber
prestado sus corazones a Jesús para que las Parroquias Ntra. Sra. de Coromoto,
Santísimo Sacramento y, de manera especial, Santa Inés y esta de Ntra. Sra. de
La Paz, se hayan sentido profunda e intensamente amadas por el Señor
Misericordioso, a través de ustedes.
Abrir la mente y el corazón al Señor
Una ocasión como esta es propicia para abrir
la mente y el corazón al Señor. Para recordar y conmemorar, para reconocer y
agradecer.
Nuestros hermanos llegaron a Maracaibo a
mediados del año 1967, personalmente los recibió el Arzobispo Roa y los instaló
en el Seminario. Ya en el mes de julio de ese año sus nombres aparecen entre
los asistentes a la Conferencia mensual del Clero celebrada el día 11. El día
15 de julio, el mismo Mons. Domingo Roa Pérez, firmaba el nombramiento del R.P.
Eduardo O’Donohue como Párroco Encargado de la Parroquia Ntra. Sra. de Coromoto
en la Urb. Los Olivos.
Misioneros. Desde Irlanda a Maracaibo.
Con pocos años de vida y amplias ilusiones,
nuestros hermanos dejaron atrás las suaves lluvias que caracterizan el clima
irlandés y dan a su territorio su color siempre verde, haciendo que las
temperaturas sean frescas todo el año.
Detrás quedaron los días nublados. Ellos hicieron
del calor abrasador y de la aridez de estas tierras del Zulia su nueva casa y
su nueva tierra. Aprendiendo a querer a esta “tierra del sol amada”.
Dejaban la casa paterna y hacían propia esta
casa maracaibera que los recibía con profunda alegría, pues venían dispuestos
“… a hacer visibles… los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente”,
como enseña San Juan Pablo II[2].
Llegaban dispuestos a cumplir la voluntad de
Dios, y en ella experimentar la felicidad y la paz porque en su
voluntad está nuestra paz. Como
religiosos, como consagrados, han manifestado el más hermoso testimonio en la
alegría y en el trabajo de cada día, encontrando siempre nuevas formas de
servicio a Dios y a los hermanos.
Edificadores de la Iglesia
Constructores de templos vivos para edificar
la Iglesia, evangelizadores incansables, promotores y defensores de la dignidad
humana, se han compenetrado con estas comunidades y han dejado profundas
huellas en cada una de ellas.
Allí están la Parroquia de Ntra. Sra. de
Coromoto con su vitalidad evangelizadora siempre presente en sus barrios y
urbanizaciones, la joven parroquia dedicada al Santísimo Sacramento, cultivada
y construida palmo a palmo desde las mismas raíces, con sus filiales Ntra. Sra.
del Santísimo Sacramento, Ntra. Sra. de los Ángeles y María Auxiliadora, la
nueva parroquia de Santa Inés y la Parroquia de Ntra. Sra. de La Paz, donde nos
encontramos reunidos esta tarde, con sus filiales Ntra. Sra. del Carmen y
Sagrado Corazón.
En nombre de nuestros Obispos aquí presentes,
y del clero de esta Arquidiócesis, doy las gracias a estos hermanos José Ruddy
y Vicente Screene que ya en la madurez, de su ministerio sacerdotal y
misionero, siguen haciendo presente entre nosotros la grandeza del sacerdocio
católico.
Instrumentos de la misericordia de Dios
Debemos tener muy presente que los sacerdotes
somos hombres, nacidos de familias comunes y corrientes, que tenemos virtudes y
defectos como todos los seres humanos. Lo que nos hace particulares es que Dios
nos ha escogido desde toda la eternidad para cumplir la misión de llevar su amor y su perdón a todos
los hombres, nos ha escogido para ser instrumentos de su misericordia.
Tal vez la mayor exigencia es la de ser
portadores de la misericordia de Dios para nuestros hermanos. Lo que exige que
el sacerdote sea un padre ejemplar para sus fieles. Que siempre esté bien
preparado, humana y espiritualmente, para responder a los retos y preguntas que
le presentan el hombre y la mujer de hoy.
Ser sacerdote ciertamente no es fácil. Muchos
sacerdotes sufren la incomprensión y el rechazo, algunos sufren la persecución
y la soledad. Y la recomendación más acertada para todos es la de mantenerse
fieles al Señor de la llamada, a no dejar la oración ni la Eucaristía, a nunca
perder la alegría.
Lamentablemente, algunos sucumben en sus
debilidades. Pero es bueno recordar que la mayoría de los sacerdotes de todos
los tiempos han sido buenos seguidores de Cristo y han cumplido y siguen cumpliendo
fielmente su misión.
Al servicio de esta Iglesia de Maracaibo
Hoy debemos dar gracias al Señor, al Buen
Pastor, por la vida de estos dos hermanos nuestros. Ambos han sido servidores
buenos y fieles que en distintos momentos han sabido gastarse y desgastarse en
el servicio de esta Iglesia de Maracaibo.
Desde su llegada a Maracaibo supieron
integrarse rápidamente a la vida de la Iglesia Diocesana. Se han miembros
activos de nuestro clero.
Buenos colaboradores del ministerio episcopal,
su apoyo solidario y su amistad desinteresada han acompañado a los Arzobispos
que han guiado a esta Iglesia en los últimos 50 años. Mons. Ubaldo Santana es
testigo de ello.
Coordinadores de la Zona Pastoral. Integrantes
del Consejo Presbiteral, del Colegio de Consultores y del Consejo de
Ordenes de la Arquidiócesis.
Profesores del Seminario Mayor, Directores
Espirituales en la misma institución, Asesores de Movimientos de Apostolado,
Acompañantes de la Pastoral Familiar, impulsadores del Proyecto de Renovación
Pastoral Arquidiocesano.
Columnas firmes de su Congregación MSC en
Venezuela
Maracaibo ha sido la puerta de entrada para la
obra evangelizadora de los MSC en Venezuela. Vicente Screene y José Ruddy
formaron parte del grupo de los primeros misioneros enviados a este país. Desde
esta ciudad se han extendido a Caracas, y a otras regiones del país como el
Táchira y Lara. Su trabajo y esfuerzos como pioneros han dado hermosos frutos
para la Congregación y para la Iglesia.
Gran importancia adquiere la apertura de la
Casa de Formación de los MSC en Maracaibo. Es manifestación de la confianza de
la Congregación en esta tierra bendita del Zulia. La respuesta está en el
significativo número de vocaciones autóctonas que hoy distinguen a esta familia
religiosa.
Lo que han visto los ojos y han sentido
nuestros hermanos
Mañana 19 de diciembre de 2015 se conmemoran
50 años de la ordenación sacerdotal de los R.P. Vicente y José. De ese medio siglo,
48 años los han vivido en permanente relación con Venezuela, y con Maracaibo,
especialmente.
Cuantas alegrías han experimentado sus
corazones de padres y pastores. Y a la vez cuántas lágrimas y cuántos
sinsabores han vivido a lo largo de estos años.
Llegaron a Venezuela en momentos difíciles
para la historia de la República, y después de casi medio siglo, tal vez puedan
confesar que las dificultades y los peligros continúan presentes y han
aumentado.
Seguramente serán muchos más los motivos para
agradecer que aquellos que pudieran entristecer sus corazones. Tendrán motivos
para reconocer la gracia inestimable del Señor y de su Madre Santísima, que les
ha permitido contemplar los resultados parciales de sus arduos trabajos, ver y
conocer que la fe de este pueblo nace en el seno de las familias y que es
sostenida fundamentalmente por las madres y abuelas que enseñan a los pequeños
el camino del evangelio de Cristo, han visto el
surgimiento de vocaciones sacerdotales, religiosas y de laicos
comprometidos con su vocación en una Iglesia renovada, viva y alegre que canta
las misericordias del Señor.
Muchas cosas han vivido nuestros hermanos. Y
junto con ellos nosotros damos gracias a Dios. Al mismo Dios que los invitó,
como a Abraham, a dejar su suelo nativo y su Iglesia, para recibir un nuevo
suelo y una nueva Iglesia. El mismo Señor los ha mantenido firmes, y con sus
lámparas encendidas, en medio de este pueblo Zuliano que es bravo y fuerte, que
en la vida y en la muerte, ama y lucha, canta y ora, que continúa sonriendo a
la vida y proclamando las alabanzas al Señor.
La Visión del P. Julio Chevalier
El P. Julio Chevalier estaba profundamente
conmovido por los males que afligían a la gente de su tiempo. Al contemplar el
Corazón de Cristo, en quien se revela el amor compasivo del Padre, descubrió en
ese Corazón el remedio a los males del mundo. Impulsado por ese amor y guiado
por el Espíritu Santo, fundó en la Iglesia la Congregación de Misioneros del
Sagrado Corazón.
Los Misioneros, impulsados por el mismo don
que recibió su Fundador, viven, en comunidad fraterna, la fe en el amor
compasivo del Señor; al mismo tiempo, son enviados al mundo a proclamar la
Buena Noticia del amor y la bondad de Dios, nuestro Salvador, y a dar, con toda
su vida, testimonio de Él.
El P. Chevalier quiso expresar todo esto en el
lema que les dio: ¡Amado sea en todas
partes el Sagrado Corazón de Jesús!
Por ello los MSC proclaman: «Queremos ser como
Jesús, que ama con un corazón humano; queremos amar por Él y con Él y proclamar
su amor al mundo» (Const. MSC. 10).
Queridos Padres y Hermanos, Vicente y José, nuevamente,
unido a ustedes, doy gracias al Señor por haberlos llamado al sacerdocio y por haberlos
traído a esta tierra del lago de Maracaibo.
Gracias por sus 50
años de vida sacerdotal, gracias por haberse enamorado de Maracaibo hace 48
años. Gracias por habernos demostrado con su ejemplo que de nosotros los sacerdotes,
los fieles esperan una sola cosa: que seamos fieles al Señor y que seamos especialistas
en fomentar el encuentro del hombre con Dios. Que esos mismos fieles nos enseñan
que de nosotros se espera que seamos expertos en ayudarlos a encontrar el
camino de la misericordia, el camino para el encuentro con el Padre.
Gracias por estar entre nosotros.
jueves, 17 de diciembre de 2015
Oh Sabiduría...
Sabiduría creadora y generosa, que sale de
sí para estar en todo y estar en todos; que lo ordena todo con firmeza y
suavidad, sabia y prudentemente, sin permitir la anarquía o la angustia; que lo
embellece todo con su divino resplandor.
¡Cómo necesitamos la Sabiduría que brota
de Dios! ¡Cómo necesitamos de su enseñanza luminosa! Tenemos mucha ciencia,
pero poca sabiduría. Conocemos muchas cosas, pero desconocemos la cosa, ese
secreto que nos haga felices.
Por eso, Sabiduría
divina,
Sabiduría amiga,
ven a enseñarnos ese camino,
ven a alimentarnos con tu palabra,
ven y muéstranos el camino de la salvación.
Sabiduría amiga,
ven a enseñarnos ese camino,
ven a alimentarnos con tu palabra,
ven y muéstranos el camino de la salvación.
domingo, 13 de diciembre de 2015
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO C. APERTURA DE LA PUERTA SANTA - HOMILÍA
TERCER
DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO C.
APERTURA
DE LA PUERTA SANTA
HOMILÍA
Muy queridos hermanos y hermanas,
Con estos
dos últimos domingos de Adviento, la Iglesia quiere ayudarnos a tener nuestros corazones bien dispuestos para la
celebración fructuosa de la gran fiesta de la Natividad de Nuestro Señor
Jesucristo. Para ello nos pone en
contacto, en la Liturgia de la Palabra, con
tres importantes mensajeros y testigos, cuyas vocaciones están
estrechamente vinculadas a la llegada
del Salvador: el profeta Isaías a quien
le tocó predecir su llegada, la Santísima Virgen María a quien Dios le pidió ser la Madre de su Hijo y
Juan el Bautista a quien le correspondió ser su vocero y señalar su presencia
humana entre los hombres.
Este
domingo es conocido por su nombre en latín como domingo Gaudete, domingo de la
alegría. Esta palabra, con sus sinónimos: dicha, gozo, regocijo, júbilo,
complacencia, alborozo se repite, en los textos litúrgicos de hoy, una docena
de veces. El motivo fundamental de esta algazara lo encontramos en la oración
colecta: la proximidad de la fiesta de Navidad y la esperanza de alcanzar la
dicha de la salvación que nos trae el niño Dios.
Hoy se
suma otro motivo: la solemne apertura de la Puerta Santa de nuestra Catedral,
con la cual acabamos de inaugurar, en nuestra Arquidiócesis marabina, el Año
Jubilar de la Misericordia, en estrecha comunión con el Papa Francisco que lo
ha convocado y con todos los obispos del mundo. Un año jubilar, es decir un año
de júbilo, de gozo inmenso. Ese mismo gozo que según el profeta Isaías, traería
consigo la venida del Mesías: “Tu has
multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo, ellos se regocijan en tu
presencia” (Is 9,2). Es tiempo de
júbilo porque es “el año de gracia” proclamado por el Señor Jesús en la sinagoga de Nazaret (Cf Lc 4, 16-19), en el que se concentran todas las bendiciones
prometidas por Dios en la Sagrada
Escritura.
Todas
esas bendiciones y promesas el Papa ha querido recogerlas en una sola palabra: Misericordia. Francisco nos
invita a entrar jubilosos en este año, para ir juntos al encuentro de Cristo
Jesús, fijar nuestra mirada en él, en su vida, en sus gestos, en su misión, en
su Evangelio, para descubrir la verdadera identidad de su Padre: su rostro
misericordioso.
Eso es lo
significa la apertura de la puerta santa y el ingreso de todos nosotros, esta
tarde, en esta catedral a través de
ella. Cristo Jesús es la puerta (Cf Jn 10,7), la única puerta por donde la
humanidad tiene que entrar para descubrir y gozar de la misericordia de Dios.
Al traspasar este umbral entramos en un camino de vida en el que aprendemos a comportarnos como hijos suyos,
hermanos los unos de los otros, en Cristo, y coherederos, en el Espíritu, del
mismo Reino de los cielos. Al entrar por la Puerta santa de catedral, la Puerta
de la Misericordia, deseo de todo corazón, mis queridos hermanos, que
experimenten algunas vivencias fundamentales.
Primero, descubrir,
embelesados, la belleza del rostro real de Dios tal como se manifiesta en la
persona de Jesús. En Cristo Jesús, Dios nos ha revelado su nombre más bello, su
identidad y su actitud fundamental para con nosotros los hombres. Dios es
nuestro Padre rico en misericordia (Ef
2,4), un Padre misericordioso. El Papa nos invita a contemplarlo sobre todo en
las tres parábolas de la misericordia contenidas en el capítulo 15 del
evangelio de Lucas: la que cuenta la búsqueda y hallazgo por parte de un pastor
de la oveja perdida; la que narra la búsqueda y hallazgo por un ama de casa, de
la moneda extraviada; finalmente la que describe la ida y retorno del hijo
pródigo a la casa paterna.
Las tres
concluyen con un mismo estallido de alegría: “Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido (…)
Alégrense conmigo porque encontré la dracma que se me había perdido (…) “Es
justo que haya fiesta y alegría porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y ha sido encontrado “. Es el mismo gozo que el
profeta Sofonías le atribuye a Dios por colocar su morada en medio del pueblo
elegido: “El Señor tu Dios, tu poderoso
Salvador, está en medio de ti. El se goza y se complace en ti, él te ama y se
llenará de júbilo por su causa como en los días de fiesta.” (Sof 3,14-18).
Cristo reveló este mismo rostro cuando le dijo a la gente de su tiempo: “No tienen necesidad de médico los sanos sino
los enfermos. No he venido a llamar a justos sino a pecadores”. (Mc 2,17). Así
se alegra nuestro Padre por el retorno a él de cada uno de nosotros, sus hijos.
Dios nos ama a todos sin excepción y sus entrañas se estremecen de compasión
cuando nos ve pasando necesidad y oprimidos por mal y el pecado.
Segundo,
estamos llamados a fijarnos en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra
fe (Cf He 12,2) para aprender de él, que es manso y humilde de corazón (Cf Mt
11,29). El Señor no solamente nos revela el rostro misericordioso de Dios;
también deja patente que nosotros, como hijos suyos, tenemos que ser
misericordiosos: “Sean misericordiosos
como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Nos enseña además que la
misericordia activa es uno de los ocho pozos de donde brotan ríos de felicidad:
“Son dichosos los misericordiosos porque
Dios también los tratará con misericordia” (Mt 5,7).
¿Cómo se
comporta un discípulo misericordioso? Jesús mismo nos da ejemplo: cura a los
enfermos de toda clase de males: quita la lepra, devuelve la vista a los ciegos, hace hablar a
los mudos, libera a los oprimidos, rompe las cadenas de los esclavos de sus
pasiones, devuelve la vida a los muertos; reviste a los pecadores arrepentidos
del traje de fiesta; instruye al pueblo sencillo; perdona a sus enemigos y
adversarios; acoge a los extranjeros; no apaga la mecha que aún humea; no
quiebra la caña doblada; le abre la puerta del paraíso al ladrón arrepentido;
le saca siete demonios a una prostituta; es amigo de publicanos y pecadores y
come con ellos. En el juicio final seremos todos examinados sobre el
cumplimiento de este mismo tipo de acciones (Cf Mt 25,31-46).
Al inicio
de esta año jubilar es válida la pregunta que la gente, los publicanos y los
soldados le hacen a Juan el Bautista, después de haber oído su fuerte llamado a
la conversión y al cambio de vida. El paso fundamental para entrar por la
puerta, que es Cristo, es la conversión.
“¿Y nosotros qué debemos hacer?”. En su respuesta les hace ver que la
conversión debe concretarse en acciones de solidaridad con el necesitado, en la
práctica de la justicia, en el honesto desempeño de su profesión. Menciona
varias obras de misericordia: vestir al desnudo, dar de comer al hambriento,
desprenderse de bienes superfluos para compartirlos con los necesitados. Y
nosotros, hermanos y hermanas, ¿Qué debemos hacer en este año Jubilar de
la Misericordia? También para nosotros
la conversión de corazón ha de traducirse en obras concretas de solidaridad con
el necesitado, en la práctica de la justicia y en la honestidad profesional.
Al inicio
de este año de la Misericordia, se abren ante nosotros catorce caminos. Cada
uno de ellos corresponde a una obra de misericordia: siete corporales y siete espirituales.
La situación del país nos lleva sin embargo a privilegiar algunas actitudes con
mayor urgencia: la cultura de la solidaridad, de la responsabilidad personal y
colectiva, la justicia social, la erradicación de la violencia, del
hostigamiento, de la humillación y de la
anticultura de la muerte.
El Beato
Paulo VI, en un hermoso mensaje que le dirigió al pueblo mexicano en 1970 con
motivo de la fiesta de la Guadalupe, resaltó una dimensión de la vida cristiana
que, considero, mantiene permanente actualidad. Declara el Beato: “Para que
Cristo sea el centro y la cumbre de nuestra vida debemos cumplir con más
entusiasmo y entrega el segundo mandamiento que es la norma de todas las
relaciones humanas: el amor al prójimo”. Siguiendo el ejemplo de la Virgen
María en las bodas de Caná, “un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar
la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la
oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado; no puede quedar
insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer
realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga
estando marginada de las ventajas de la civilización y del progreso.
Por ese motivo (…) los exhortamos de corazón a
darle a su vida cristiana un marcado sentido social, que los haga estar siempre
en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las
iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad. Vean en cada
hombre un hermano, y en cada hermano, a Cristo, de manera que el amor a Dios y
el amor al prójimo se unan en un mismo amor, vivo y operante, que es lo único
que puede redimir las miserias del mundo, renovándolo en su raíz más honda: el
corazón del hombre.
El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun en cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y, todos, sientan el deber de unirse fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad”.
El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun en cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y, todos, sientan el deber de unirse fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad”.
Hermanos, hermanas, dejemos actuar a Dios en
nosotros. Que su palabra creadora de vida nos haga capaces de seguir haciendo
presente el evangelio de la misericordia con hechos y con palabras y, con la
ayuda de María, nos transformemos en artesanos de la paz, constructores del
Reino, creadores de justicia. ¡Que se abran las puertas y dejemos entrar muy
hondo en nuestras vidas a Jesucristo nuestro Salvador! Amén.
Maracaibo 13 de diciembre
de 2015
Inicio del Año Jubilar de
la Misericordia
+Ubaldo R
Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo
viernes, 11 de diciembre de 2015
DESCARGA LA SÍNTESIS DE LA CARTA PASTORAL DE MONS. UBALDO SANTANA SOBRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
SÍNTESIS DE LA CARTA PASTORAL DE MONS. UBALDO SANTANA SOBRE
EL AÑO JUBILAR DE
LA MISERICORDIA

jueves, 10 de diciembre de 2015
CARTA PASTORAL SOBRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
ARQUIDIÓCESIS DE
MARACAIBO
CARTA PASTORAL
SOBRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
Muy queridos hijos e hijas de la Grey marabina,
El Santo Padre Francisco, el 13 de
Marzo de los corrientes, segundo aniversario de su elección, anunció el Jubileo
Extraordinario de la Misericordia. Será el 65° jubileo de la historia de la
Iglesia. El último extraordinario fue celebrado en el año 1983 por San Juan
Pablo II, para celebrar el 1950 aniversario de la Redención, y el último
ordinario, celebrado el año 2000, para celebrar el segundo milenio del
nacimiento de nuestro Salvador. Mediante la publicación de la Bula “El Rostro
de la Misericordia” (Misericordiae Vultus”), ha convocado este Año Jubilar.
El Jubileo extraordinario dará comienzo el 8 de diciembre de 2015, Solemnidad de la
Inmaculada Concepción, con la apertura de la Puerta Santa Vaticana, y se
extenderá hasta el 20 de noviembre de 2016, Solemnidad de Cristo Rey del
Universo. El rito
inicial en el mundo entero será la apertura de la puerta santa, primero la de la
basílica de San Pedro, el 8 de diciembre y luego en todas las catedrales del
mundo, el domingo siguiente, 13 de diciembre. En nuestra arquidiócesis, ese
rito solemne tendrá lugar ese día a las 3:00 pm, iniciando con una
concentración en la Basílica Nuestra Señora de Chiquinquirá, y con el rezo de
la coronilla de la Divina Misericordia, para después tener una gran
peregrinación y celebración arquidiocesana, a las 5.00 pm, a la que espero concurra un gran número de fieles
provenientes de todas las comunidades.
¿Qué es un Año jubilar?
Primero que todo preguntémonos: ¿Por
qué un Año jubilar de la Misericordia? La palabra jubileo se inspira en el
término hebreo de yobel, instrumento hecho de cuerno de cordero con el que se
convocaba al pueblo para la oración. Jubileo también tiene una raíz latina, iubilum, que significa alegría exultante, gran
gozo. Un año jubilar es ante todo un año de gracia y de salvación, que Dios le
ofrece a sus hijos para colmarlos de la alegría de su perdón.
Los Jubileos se
remontan a los tiempos bíblicos. El Año Jubilar debía realizarse cada 50 años.
Era como un gran sábado, el día santo del pueblo de Israel: un año sabático. Durante ese año debían realizarse
algunas acciones particulares: poner en libertad a los esclavos, restituir las
propiedades a quienes las habían perdido, perdonar las deudas, dejar descansar
las tierras (Cf Lv 25,8). No hay constancia en
las Escrituras de que en algún momento de la historia antigua se haya celebrado
alguno.
La Iglesia Católica celebra Jubileos
desde el año 1300, todos ligados al misterio de la Redención de Nuestro Señor
Jesucristo. En el año jubilar la Madre Iglesia concede indulgencias diversas a
los fieles que cumplen con ciertas disposiciones establecidas; se abren las
puertas para que el pueblo de Dios acceda a la gracia del perdón, y se hace un
fuerte llamado a la conversión, a la
renovación de la fe y del compromiso de asumir con mayor coherencia la vida
cristiana con todas sus consecuencias.
¿Por qué el Papa ha
declarado un Año Jubilar extraordinario de la Misericordia?
El principal motivo de esta
convocatoria es la celebración del
quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II
(1962-1965). Con este evento se inició un nuevo período la vida y misión de la
Iglesia en el mundo. Los Padres Conciliares reunidos en aquel cenáculo,
sintieron que se iniciaba una nueva época en la historia de la humanidad que
reclamaba dar un testimonio de Dios de un modo nuevo y en un lenguaje más
comprensible, un lenguaje que acercara el mensaje de Jesucristo al corazón de
la gente. Tanto el Papa San Juan XXIII como el Beato Pablo VI, entendieron que
ese nuevo modo de hablarle al mundo era el lenguaje de la misericordia. Era
menester que la Iglesia se transformara en un signo vivo del amor del Padre. Se
trataba de transformar la caridad en el nuevo código de vida de la presencia de
la Iglesia en el mundo; de reprobar sin duda el pecado, pero amar con amor
compasivo al pecador y hacérselo experimentar de manera clara y cálida. (Cf MV 3).
Medio siglo después, esta moción del
Espíritu conciliar mantiene toda su vigencia. La humanidad necesita transitar con urgencia
por los caminos de la misericordia para superar las chillantes desigualdades
sociales entre las naciones, las amenazas de guerra mundial, la anticultura de
la violencia y de la muerte, la penetración de ideologías totalitarias, el
tráfico de seres y órganos humanos, la intolerancia, la discriminación, la
indiferencia ante el prójimo necesitado y la exclusión. Para el Papa Francisco
este es un momento apremiante para que la Iglesia se haga portadora del corazón
palpitante del evangelio de Jesús: la misericordia, la misericordia de Cristo.
Si Jubileo significa un tiempo de
gran gozo y alegría, ¿cuál es ese motivo de júbilo que nos propone el Papa
Francisco? El motivo se encuentra en el lema escogido por el Papa: “Misericordiosos
como el Padre”, frase tomada del evangelio de San Lucas. El texto
dice exactamente: “Sean misericordiosos
así como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,36). Dios Padre es misericordioso, y sus hijos han
de ser misericordiosos como él. Así nos lo ha revelado su Hijo Jesús.
La tónica de la alegría, del gozo, se
encuentra presente en todo el evangelio de San Lucas, texto evangélico que se
leerá a todo a lo largo de este año litúrgico, pero se manifiesta de modo
relevante en el capítulo quince, capítulo en el
que se inspira el magnífico logo del Año jubilar, dibujado por el padre
Marko Rupnik sj, que muestra a Jesús cargando
sobre sus hombros al hombre herido, apaleado o extraviado, que subraya
el amor de Cristo que se encarna para redimir al hombre alejado de Dios con un
amor capaz de cambiarle totalmente la vida.
En el referido capítulo de Lucas
se nos presentan tres parábolas de
Jesús: la del pastor que pierde una oveja y la busca hasta que la encuentra (vv
1-7), la de la mujer que pierde una moneda y barre la casa hasta dar con ella
(vv 8-10), y la del padre que ve partir un hijo lejos de casa, lo espera hasta que regresa, arruinado y
arrepentido, y lo recibe con los brazos abiertos (vv 11-32).
Los tres relatos concluyen con una
explosión de la alegría. El pastor, cuando halla la oveja extraviada está “lleno de alegría la pone sobre sus hombros y
al volver a su casa, llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Alégrense
conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido” (vv 5-6). El ama
de casa cuando da con el denario que le faltaba, llama a sus amigas y
vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la moneda
que se me había perdido” (v 9). Y el padre, cuando el hijo pródigo regresa,
monta una gran fiesta e invita a su hijo mayor a que supere su disgusto y
participe en ella. En los tres casos Jesús concluye sus relatos de esta manera:
“De la misma manera se alegrarán los
ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente(…) Dios se alegra más por un
pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan
arrepentirse (…) “Porque era necesario festejar y alegrarse porque este hermano
tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”
(vv 7,10, 23, 32).
En estas parábolas, Dios es
presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas
encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se
muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y consuela
con perdón (MV, 9).
¿Qué es la
Misericordia divina?
La Misericordia Cristiana no es un
concepto bonito, filantrópico, es ante todo y sobre todo una persona: Jesús. En
su ser, en su vida, en su mensaje, en su trayectoria ministerial, Jesucristo revela el verdadero rostro de Dios Padre. El
Papa Francisco quiere que todos los bautizados dediquemos este año a descubrir
el rostro de la divina misericordia, tal como se ha manifestado en la persona y
el evangelio de su Hijo Jesucristo. Nos convoca a que experimentemos la inmensa alegría que causa
la presencia de esta misericordia en nuestras vidas, y a hacernos portadores
jubilosos de esa misma actitud hacia todos los hombres, particularmente los más
necesitados por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales.
Los hombres necesitan ya, y en
abundancia, esta misericordia para salvarse. La puerta del Paraíso estaba
cerrada. Cristo la abre nuevamente. La humanidad se había extraviado por los
caminos del pecado y del mal. Jesús el Buen Pastor sale a buscarla hasta encontrarla.
El ser humano había perdido la imagen original de hijos de Dios. Cristo Jesús
se la restituye. Había dilapidado la herencia paternal, cual hijo pródigo, en
una vida disoluta y desordenada: Cristo lo restablece en su dignidad de hijos
de Dios y lo reviste de gloria.
Jesús predica primero el evangelio de
la misericordia con su vida, con su ejemplo. Anuncia el evangelio del Reino
expulsando el demonio de sus atrincheramientos, devuelve la libertad a los
oprimidos, la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el habla a los mudos,
la vida a los muertos, el perdón a los pecadores, la salud a los enfermos, la
libertad a los oprimidos, y proporciona consuelo a los afligidos.
Pero el Señor no solo revela el
verdadero rostro de su Padre. También revela cuál ha de ser el rostro y el
comportamiento de sus hijos: “Sean
misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Los que reciben su
misericordia deben ser, a su vez,
misericordiosos. La recepción de la gracia de la misericordia impulsa al que la
recibe a comunicar esa gracia a los
demás: se vuelve un misionero de la misericordia: es decir se hace testigo de
ella, la celebra en el sacramento de la reconciliación, la vive a plenitud en
la Eucaristía y se vuelve un servidor de la misericordia del Padre en la mesa
del mundo. Se vuelve un pacificador, una persona que resuelve conflictos, un facilitador
del diálogo.
Es la Misericordia que sabe contagiar
la alegría de recuperar la verdadera unión con Dios a través de la contrición y
el sacramento de la confesión. Misericordia que pasa a través de la
recuperación de la conciencia del pecado personal, y que en el reconocimiento
íntimo de la propia culpa, descubre el tesoro del perdón de Dios, don que
libera, misericordia que nos hace rectificar y nos mueve a la lucha por ser
mejores. De ahí que convenga alentar a los
fieles a recurrir al Sacramento de la Reconciliación, al menos una vez al mes,
durante el Año Jubilar de la Misericordia convocado por el Papa Francisco.
¿Qué
no es misericordia?
A veces el concepto
de misericordia puede ser utilizado erróneamente, convirtiéndose en una falsa
misericordia, pseudomisericordia, y puede darse cuando:
·
se protege más al victimario que a la víctima en caso de
injusticia. Tal “indulgencia” puede ser el resultado de una malentendida
amistad o colegialidad, o cuando se quiere proteger a una institución (estado,
iglesia, congregación religiosa, etc) de las consecuencias perjudiciales que
podrían seguirse para ella, en caso de descubrimiento y persecución de la injusticia cometida por uno de sus
miembros. El Papa Emérito Benedicto XVI y el actual Pontífice, han dado un gran
ejemplo de firmeza y transparencia, en los casos de los delitos más graves que
hacen referencia al sexto mandamiento,
no aceptando que se caiga en la impunidad.
·
Hay algunas personas que tienen una actitud pasiva ante el
mal y siguen el principio laissez faire,
que todo lo tolera y consiente. A veces los padres, por falsa misericordia,
ceden en cosas que no deben ceder, ante sus hijos. Esta misma actitud
equivocada se verifica cuando alguien, investido en autoridad, se hace de la
vista gorda en relación con una conducta equivocada y pecaminosa, en vez de
exhortar a la conversión.
Dos de las obras de
misericordia nos dicen: Aconsejar al que lo necesita, corregir al que yerra. El
Profeta Ezequiel, al respecto, afirma: que el centinela, si no toca la trompeta
para avisar a la población cuando divisa un peligro inminente, se le pedirá
después cuenta de la sangre derramada. Y prosigue Ezequiel: “Si tú no hablas y
adviertes al malvado, si no le dices que morirá por su culpa, entonces él
morirá a consecuencia de sus pecados.
Pero a ti se te pedirá cuenta de su sangre” (Ez. 33, 6-9).
En varios textos del
Nuevo Testamento habla también de la corrección fraterna (1Tes 5, 11-14; 2Tes
3, 15; 2Tim 2,5). La corrección fraterna
a simple vista puede parecer una medicina amarga, puede ocasionar aparente daño
al que la recibe, pero es necesaria, a semejanza del médico cuando opera, debe
hacer daño, no con la intención de perjudicar, sino para ayudar y curar.
·
Hay otros que, en nombre de la misericordia, afirman que es
legítimo hacer caso omiso del mandato divino de la justicia; se cree que el
amor y la misericordia no como realización plena de la justicia, sino como una
evasión. Al respecto, el Papa Francisco, afirma. “la justicia y la misericordia…no son dos momentos contrastantes entre
sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla
progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor” (MV, 20).
No incurrir en estos
errores no significa tratar despiadadamente a quienes les cuesta cumplir los mandamientos del Señor
o han cometido ya un pecado. No se trata de juzgarlas con severidad, sino de
ayudarlas a reconocer su culpa en vez de ocultarla, y a confiar luego en la
misericordia de Dios y en su disposición de perdonar, “donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20)
Obras
de misericordias corporales y espirituales
El Evangelio nos
exhorta: “Den, y se les dará: se les echará en el
regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida
que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Lc. 6, 38). El Papa Francisco
nos invita en este Jubileo “a realizar la
experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias
periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente
crea” (MV, 15). Se trata de poner en acto cuanto leemos en el relato del
juicio final del evangelista San Mateo: “lo
que hayan hecho a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo
hicieron” (Mt. 25, 40). Y de tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús
que “siendo rico se hizo pobre por
nosotros” (2Cor. 8, 9) y asumió la condición de siervo (Flp 2, 7). No sólo
se solidarizó con los pobres, también se identificó con ellos.
La Iglesia, desde
sus inicios, ha seguido el ejemplo de Jesús y ha practicado las obras de
misericordia, tanto espirituales como corporales, de manera afectiva y
efectiva, no como una idea abstracta o una mera compasión, sino con la
convicción profunda que en el pobre está presente el mismo Jesús, pues “la palabra de Dios nos enseña que en el
hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de
nosotros” (EG. 179), los pobres son la carne de Cristo. Por tanto, “el servicio de caridad es una dimensión
constitutiva de la misión de la iglesia y expresión irrenunciable de su propia
esencia” (Benedicto XVI, Motu proprio Intima
Ecclesiae natura, 11 de Noviembre de 2.012).
San Agustín lo
expresa de este modo: “Qué has dado sino
lo que de mí recibiste? Das cosas terrenas, recibes cosas celestiales. De lo
mío has dado, yo me entrego a ti. Si Cristo se te ha dado, ¿cómo no vamos a
darnos también nosotros a Cristo, a quien encontramos en los necesitados?
Cristo alimenta y pasa hambre por ti, da y está necesitado. Cuando da, quiere
recibir, ¿ y no vas a querer dar cuando está necesitado?. Cristo está
necesitado cuando lo está un pobre. Quien está dispuesto a dar a todos los
suyos el bien de la vida eterna se ha dignado recibir bienes temporales en
cualquier pobre. ¿Deseas encontrar a Cristo que se sienta en el trono celestial?
Pues espera encontrarlo durmiendo bajo un puente, espera encontrarlo hambriento
y tembloroso de frio, espera encontrarlo como extranjero” (San Agustín, 38,
8).
Gracias a la
generosidad de la grey marabina, al aporte de instituciones públicas y privadas,
la Arquidiócesis, a lo largo y ancho de su territorio, cuenta con obras
sociales a través de las cuales pone en práctica las obras de misericordia,
tanto espirituales como corporales. La gran cantidad de escuelas pertenecientes
a la Arquidiócesis, a Fe y Alegría y a las diferentes Congregaciones Religiosas han formado a
centenares de miles de niños y jóvenes, no sólo en la formación académica sino
también moral y espiritual. Los Centros de Salud han atendido, a través de
religiosas y personal médico altamente calificado, a los enfermos con
delicadeza cariño y profesionalidad. Las parroquias e Iglesias filiales,
Rectorías y Centros de Atención al Necesitado han dado de comer al hambriento,
de beber al sediento, de vestir al desnudo. Contamos con la presencia
valiosísima de los Padres Mercedarios quienes, con gran esfuerzo y no poco
tropiezo por las políticas del gobierno, visitan a los privados de libertad. En
los últimos años, parejo al incremento de la inseguridad y la violencia, y al número de muertos, se incrementó la atención
de la Iglesia a los familiares, dándoles
consuelo y fortaleza.
Es obra de todos,
laicos, religiosos y sacerdotes, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al
que lo necesite, corregir al que se equivoca, consolar al triste, perdonar las
ofensas, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar por los vivos y
por los muertos.
La Iglesia Marabina,
quiere seguir prestando este servicio, siempre necesario, pero ahora, debido a
la crisis económica, urgente y prioritario. Pide a las Instituciones del Estado
que le permita seguir cumpliendo su misión, en un clima de colaboración
subsidiaria pero de respeto mutuo, porque tanto la Iglesia y el Estado, desde
ópticas distintas, sirven al mismo pueblo.
El
Presbiterio Arquidiocesano ha decidido que se apoye desde todos los puntos de
vista la XXXVI Campaña Compartir de próximo año 2.016, la cual tiene como
lema “Alienta la Vida: Donde haya desesperación que yo lleve alegría”. Es una oportunidad singular para acompañar a
las víctimas dela violencia, a los enfermos, a los a los privados de libertad y
a los niños y jóvenes en situación de riesgo, creando grupos de Aliados y de
Solidaridad. Asimismo las
Vicarias Episcopales Territoriales apoyarán un proyecto social que se esté
desarrollando en la zona.
Con palabras del
Papa Francisco les recuerdo: “En cada uno
de estos más pequeños está presente Cristo. Su carne se hace de nuevo visible
como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga…para que
nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos
las palabras de San Juan de la Cruz: “en el ocaso de nuestras vidas, seremos
juzgados en el amor” (MV 15).
Ese juicio sobre el
amor nos recuerda que, la vivencia de todas las obrar de misericordia tendrá siempre
su origen en el corazón de las personas. Tanto aquellas ayudas que llegan a
tener un carácter institucional, como las que se ejercitan de forma totalmente
personal y anónima, serán realmente obras de misericordia, solo si nacen de una
entrega personal.
El sacerdote
misericordioso
En la Bula de Convocación el Papa Francisco hace un
llamado apremiante a los sacerdotes a ser “sobre
todo, signo vivo de como el Padre acoge cuantos están en busca de perdón”, deben ser signos de la misericordia del
Padre. Y recuerda que para llegar a ser buenos confesores, se requiere que nos
hagamos primero buenos penitentes en busca de perdón”.
El Papa Francisco ha sido un gran apóstol de
sacramento de la confesión. Prácticamente, en todas sus intervenciones hace
alusión a este sacramento, lo cual ha permitido que aumente el número de los
fieles que acuden a este sacramento.
¿De dónde viene esa inspiración del Santo Padre? Él mismo lo comenta en una entrevista: ''Yo soy un pecador –dice el
Papa Francisco- estoy seguro de ello. Yo soy un pecador a quien el Señor ha
mirado con misericordia. Como dije a los presos en Bolivia, soy un hombre
perdonado. Dios me miró con compasión y me perdonó. Incluso ahora cometo
errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es
porque necesito sentir que la misericordia de Dios todavía está en mí''.
El Papa Francisco recuerda que
tuvo esa sensación de forma especial el 21 de septiembre de 1953, cuando sintió
la necesidad de entrar en una iglesia y confesarse con un sacerdote que no
conocía y a partir de entonces su vida fue diferente; decidió hacerse sacerdote
y aquel confesor, enfermo de leucemia, lo acompañó durante un año. ''Murió al año siguiente -dice el Papa-
Después del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con
miedo de que Dios me hubiera abandonado. Ese fue el momento en que me topé con
la misericordia de Dios y está muy vinculado con mi lema episcopal. El 21 de
septiembre es San Mateo, y el Venerable Beda, hablando de la conversión de
Mateo dice que Jesús miró Mateo " atque eligendo miserabit "... La
traducción literal sería "misericordiando y eligiendo", casi como un
trabajo de artesanía. "Lo misericordió: sería la traducción literal del
texto''.
Los sacerdotes hemos de
aprender del Papa Francisco a tener la valentía y humildad de reconocernos
pecadores y acudir al sacramento de la confesión, que es el trono en el cual
podemos obtener misericordia. Una
idea que ya se encuentra en el Directorio de la Vida y Ministerio de los
Presbiterios”, el cual afirma “Como todo
buen fiel, el sacerdote también tiene necesidad de confesar sus propios pecados
y debilidades. Él es el primero en saber que la práctica de este sacramento lo
fortalece en la fe y en la caridad hacia Dios y los hermanos” Y más
adelante afirma categóricamente: “Toda la
existencia sacerdotal sufre un inexorable decaimiento si le falta por
negligencia o cualquier otro motivo el recurso periódico, inspirado por
auténtica fe y devoción, al sacramento de la Penitencia. En un sacerdote que no
se confesase o se confesase mal, su ser como sacerdote y su ministerio se
resentirían muy pronto, y se daría cuenta también la comunidad de la que es
pastor» (DVMP 72). Invito, por tanto, a los sacerdotes a recibir asiduamente la
gracia que se nos otorga a través de este sacramento, y también a que sean
generosos en su administración.
Como se trata de un
Año Santo en el cual el Padre, fuente de consuelo y misericordia, derramará
abundantes bendiciones sobre sus hijos, el Santo Padre ha decidido otorgar
algunas prerrogativas especiales a los sacerdotes:
·
Una de estas prerrogativas es la de conceder a todos los sacerdotes para el Año
jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del
pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden
por ello perdón”. Por este motivo, prosigue el Papa, “los sacerdotes se deben
preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con
una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar
un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y
generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia”. Es bueno
recordar que la pena de la excomunión, aneja al pecado de aborto, llamada ‘latae sententiae’ (automática)”, tiene como objetivo proteger la vida
humana y llevar “a los culpables al arrepentimiento y a la conversión”.
“Con la pena de excomunión
la Iglesia no intenta de algún modo restringir el campo de la
misericordia. Simplemente se evidencia la gravedad del crimen y el daño
irreparable causado al inocente muerto, a sus padres y a la sociedad entera”.
Durante el año jubilar, todos los sacerdotes estarán facultados para perdonar
este pecado y levantar la pena.
·
Igualmente el Papa ha concedido a los Misioneros de la
Misericordia la facultad de perdonar los pecados que están reservados a la Sede
Apostólica, también ha invitado a los sacerdotes a que lleven a cabo en sus
parroquias o zonas pastorales, la iniciativa “24 horas para el Señor” cuyo
objetivo principal es que el mayor número de feligreses, especialmente los
alejados y tibios, experimenten la grandeza de la misericordia divina. Esta
actividad, en nuestra arquidiócesis, se realizará en las diferentes zonas
pastorales.
·
Como fruto de este Año de la Misericordia, debemos dotar
nuestros templos parroquiales de confesionarios, siguiendo las indicaciones del
canon 964, el cual indica que “existan
siempre en lugar patente confesionarios provistos de rejillas entre el
penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo
deseen”. Los estudiosos de la materia y los santos que se distinguieron en
el ejercicio de este ministerio lo aconsejan grandemente porque: se salvaguarda
la necesaria discreción y prudencia, se garantiza el derecho de todos los
fieles a confesar sus pecados sin necesidad de revelar su identidad personal,
se facilita la comprensión del carácter sacramental y se protege el derecho
tanto del confesor como del penitente a defender su integridad y su honra de
cualquier peligro o sospecha.
·
Espero igualmente que secundemos cuanto nos pide la Iglesia:
“Todos los que, por su oficio, tienen
encomendada la cura de almas, están obligados a proveer que se oiga en
confesión a los fieles que les están confiados y que lo pidan razonablemente; y
a que se les dé la oportunidad de acercarse a la confesión individual, en días
y horas determinadas que los resulten asequibles” (c. 986). Es recomendable
que en la cartelera parroquial se publique los horarios de confesiones, y que
el sacerdote esté dispuesto. En no pocas ocasiones he tenido que aceptar quejas
de los fieles porque los sacerdotes no confiesan. El Papa nos recuerda que “ninguno de nosotros es dueño del Sacramento,
sino fiel servidor del Perdón de Dios” (MV 17).
·
Por último, el Papa nos recuerda que los sacerdotes “no harán preguntas impertinentes, sino como
el Padre de la parábola interrumpirán el discurso preparado por el hijo
pródigo, porque serán capaces de percibir en el corazón de cada penitente la
invocación de ayuda y la súplica de perdón” (MV 17). El confesor deberá ser muy prudente a la hora
de realizar el interrogatorio cuando éste sea necesario para ayudar al
penitente, para salvar la integridad de la confesión, o para comprobar la
sinceridad de su arrepentimiento, teniendo en cuenta la edad y condición del
penitente y absteniéndose de preguntarle el nombre del cómplice en cualquier
pecado, pero especialmente cuando se trata de pecados contra la castidad (c.
979). Las preguntas no deben ofender a los fieles, o dar motivos de sospechas,
y evitar todas aquellas preguntas que pueden ser principio de profanación del
sacramento
¿Cómo obtener
indulgencia?
Durante este Año Santo se puede
obtener indulgencia, que es una muestra más del amor de Dios, pues “el perdón de Dios por nuestros pecados no
conocen límites” (MV. 22). “El
Sacramento de la Reconciliación perdona los pecados, que realmente quedan
cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros
comportamientos y en nuestros pensamientos permanecen (…) la Indulgencia
alcanza al pecador perdonando y lo libera de todo residuo, consecuencia del
pecado, habitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que
recaer en el pecado” (MV. 22).
Como norma general, para obtener la
indulgencia se debe cumplir con las siguientes condiciones: recitar la
profesión de fe, confesión sacramental, la sincera e íntima disposición de la
voluntad de rechazar todo lo que pudiera ser ofensa de Dios, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.
Además, los fieles “están
llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa,
abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano
y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de
auténtica conversión”. En nuestra Arquidiócesis he designado además de la Santa
Iglesia Catedral, a la Parroquia “La Inmaculada Concepción” de la Cañada, San
Rafael, del Moján y Parroquia La Inmaculada Concepción de Carrasquero. También
todas las Parroquias de la Arquidiócesis el día de su Santo Patrono.
El Papa Francisco señala también que cada vez que
un fiel realice personalmente una o más las obras de misericordia corporales y
espirituales “obtendrá ciertamente la
indulgencia jubilar”. “De aquí el
compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón
completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será,
por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que
se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad”.
Sobre los enfermos y las personas ancianas que no
pueden salir de casa, el Pontífice afirma que para ellos “será de gran ayuda vivir
la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que
en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para
dar sentido al dolor y a la soledad”. “Vivir con fe y gozosa esperanza este
momento de prueba, recibiendo la
comunión o participando en la Santa Misa y en la oración comunitaria,
también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos
el modo de obtener la indulgencia jubilar”.
Sobre los presos, el Pontífice explica que “en
las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que
atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al
Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa,
porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también
capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
Por último se podrá obtener Indulgencia para los
difuntos: “de igual modo que los
recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio
de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso
del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la
bienaventuranza que no tiene fin”.
Agenda
de la Arquidiócesis de Maracaibo.
A continuación les
presento el calendario de actividades programadas por la Comisión
Arquidiocesana integrada por los delegados de las zonas pastorales, laicos de
los diversos movimientos y pastorales que hacen vida en la Arquidiócesis y
presidida por el Obispo Auxiliar Mons. Ángel Caraballo, para este Año de
Gracia:
CALENDARIO DE ACTIVIDADES Y JUBILEOS
MES
|
DÍA
|
ACTIVIDAD
|
NIVEL
|
Diciembre 2015
|
08
|
Solemnidad
de la Inmaculada Concepción.
Santa
Misa. Apertura de la puerta Santa de San Pedro.
|
|
13
|
III
Domingo de Adviento.
Apertura
de la Puerta Santa de la Catedral.
4:00 pm
Procesión desde la Basílica hasta la Catedral.
5:00 pm
Celebración en la Catedral
|
Arquidiócesano
|
|
26
|
San
Esteban. Protomártir
Jubileo
de los diáconos
|
Arquidiócesano
|
|
27
|
Jubileo
de la familia
|
Parroquial
|
|
Enero 2016
|
17
|
Solemnidad
de María Madre de Dios.
Jornada
Mundial de la Paz
Misa en
Ntra. Sra. de la Paz.
|
|
20
|
Día de San
Sebastián
Jubileo
de la ciudad de Maracaibo
|
Arquidiócesano
|
|
25
|
Fiesta
de la conversión de San Pablo.
Celebración
Ecuménica.
|
|
|
31
|
Jornada
de la Vida Consagrada
Jubileo
de la vida consagrada
|
Arquidiócesano
|
|
Clausura
del Año de la Vida Consagrada
|
Arquidiócesano
|
||
Febrero2016
|
2
|
Fiesta
de la Presentación del Señor.
|
|
10
|
Miércoles
de Ceniza
|
|
|
11
|
Jornada
de oración por los enfermos. Día de Lourdes. Jubileo de los enfermos y del
personal que se encarga del cuidado de los enfermos.
|
Parroquial
|
|
|
19
|
Nacimiento
de Mons. Domingo Roa Pérez
Jubileo
de la educación: Docentes, trabajadores, y todas las personas relacionadas.
|
Vicarial
|
Marzo 2016
|
04 y 05
|
24 horas
para el Señor (Confesiones).
|
Vicarial
|
Abril 2016
|
03
|
Domingo
de la Misericordia
Jubileo
de los devotos de la espiritualidad de la Divina Misericordia
|
Arquidiócesano
|
16
|
Jubileo
de la Juventud. (Sábado Previo al Domingo del Buen Pastor)
|
Arquidiócesano
|
|
|
30
|
Jubileo
de la Arquidiócesis de Maracaibo
50 años
de elevación a Arquidiócesis
|
Arquidiócesano
|
Mayo 2016
|
5
|
Solemnidad
de la Ascensión del Señor.
Jubileo
para los profesionales de la comunicación social
|
Arquidiócesano
|
12
|
Solemnidad
de Pentecostés.
Jubileo
del Seminario.
|
Arquidiócesano
|
|
26
|
Corpus
Christi.
Jubileo
de los Estudiantes (Escuelas Arquidiócesanas)
|
Arquidiócesano
|
|
29
|
Jubileo
de los comerciantes, empresarios y trabajadores
|
Arquidiócesano
|
|
Junio 2016
|
03
|
Solemnidad
del Corazón de Jesús.
Jubileo
de los Sacerdotes
|
Arquidiócesano
|
Julio 2016
|
16
|
Virgen
del Carmen
|
Arquidiócesano
|
17
|
Jubileo
de los niños
|
Parroquial
|
|
22
|
Jubileo
de las autoridades
|
Arquidiócesano
|
|
Septiembre 2016
|
24
|
Jubileo
de los privados de libertad
|
Arquidiócesano
|
26
|
Fiesta
de San Joaquín y Santa Ana
Jubileo
de los ancianos
|
Vicarial
|
|
Octubre
|
1
|
Jubileo
de los catequistas
|
Vicarial
|
15
|
Sábado y
domingo después de la memoria de la Virgen Del Rosario. Jubileo Mariano en
Roma.
|
|
|
16
|
Jubileo
de los artistas
|
Arquidiócesano
|
|
21
|
Jubileo
de los trabajadores de la Curia Arquidiócesana
|
Arquidiócesano
|
|
23
|
Jubileo
de los Misioneros DOMUND
|
Arquidiócesano
|
|
Noviembre
|
|
Jubileo
de los trabajadores de la Curia Arquidiócesana
|
Arquidiócesano
|
18
|
Ntra.
Sra. de Chiquinquirá.
Jubileo
Mariano.
|
Arquidiócesano
|
|
20
|
Cristo
Rey.
Jubileo
del Apostolado Seglar.
Clausura
del Año de la Misericordia
|
Arquidiócesano
|
|
|
|
|
La
Madre de la Misericordia.
“Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, recitamos en la
oración del Salve. María es madre de Misericordia, la tuvo en su seno y la
sostuvo en sus brazos, pudo nacer de ella, porque se hizo humilde sierva del
Señor. A ella le pedimos que nos “dejemos
sorprender por Dios en este Jubileo. Él nunca se cansa de destrabar la puerta
de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida”
(MV 25)
Los bendigo, deseándoles un santo y próspero
Año de la Misericordia.
+Ubaldo
Ramón Santana Sequera.
+Ángel Francisco Caraballo Fermín
Arzobispo de Maracaibo
Obispo auxiliar
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de Maracaibo: https://www.facebook.com/Arquidi%C3%B3cesis-de-Maracaibo-1646749035583120/?ref=hl
Etiquetas:
año de la misericordia,
Catedral de maracaibo,
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